Y es que intenciones me sobran, es que creencias, las tengo claras y asimiladas, pero las ganas y el tiempo son escasos y las fuerzas también andan muy mermadas. He arrojado la toalla frente a estos enemigos , y mi lucha, mi guerra es esencialmente personal, porque intuyo que lo que realmente cambiará el mundo, el punto de apoyo para poder volcar esta bola de locura , este polvorín dispuesto a estallar en cualquier momento, es la palanca del cambio de actitud.
No han servido los ideales externos, no han servido las revoluciones cruentas, porque todo vuelve a recolocarse en su sitio, tarde ó temprano.
Obligar sin convencer, hacer creer sin entender lo que se cree, es un absurdo frente al tiempo. Religiones, filosofías, ideales políticos, revoluciones sociales, - impuestas-, sólo sirven para acallar al tiempo.
La revolución interior, convencida, serena , íntima y personal, es la única que perdurará, la única que permanecerá impasible e imperturbable frente a las modas e intereses de grupos con ideologías partidistas y minoritarias.
No hay Dios que no habite en el corazón de cada ser humano, independiente de cualquier factor externo, no hay fuerza que no parta de uno mismo y sólo la suma de ese factor personal, es el verdadero alimento para la única revolución posible y real.
La revolución es personal, es una actitud de comportamiento diario de respeto, de saber estar, aún desde la ausencia , desde el silencio, porque en esta definitiva revolución, sobran las palabras, los mítines y las arengas.
Es la revolución del buen gusto, de la humildad, atalaya de la verdadera grandeza. Y cuando alcancemos ese estado de beneplácito interior, seremos realmente fuertes y poderosos, uno a uno, independientemente e independiente de nuestra situación personal y externa.
A mi edad, con mis fuerzas, con mis penas a cuesta, me he hecho fuerte en este mi mundo interior, donde desde el respeto, la humildad y la pura y plena observación de lo bello de la vida , he aprendido que de nada sirven las patadas ni los gritos, que los portazos no dan punto final a ninguna discusión, - sólo la posponen- Desde este punto he aprendido que la verdadera revolución es la de uno mismo, que cada uno de nosotros tiene un deber esencialmente consigo mismo, y que si no faltas a él, si eres seguidor de la creencia interior, eres parte de la suma del poder que realmente moverá y cambiará el mundo de lo humano .
Esta no es una creencia nueva, es la voz de la conciencia, que siempre ha habitado desde el principio, es la voz que ha interesado acallar a quiénes han perseguido intereses personales y partidistas por encima del bien común, a quiénes, no siendo capaz, –ó no queriendo-, en el peor de los casos, han acallado, dominado y silenciado la voz de la conciencia. No puedo cambiar el mundo, lo sé, lo tengo asimilado, (llevo muchas heridas encima), pero al menos sucumbiré (todos lo haremos) pregonando mis creencias a mi forma, a mi estilo, en silencio, sencillamente con la fuerza que me da el amor, -el cierto-, a todo lo creado. El profundo respeto y admiración por la vida, el inmenso agradecimiento por haber sido obsequiado con el privilegio de estar aquí, son los motivos que me guían e impulsan.
Desde el sentido del humor y la responsabilidad, desde la razón y la humildad, a través de ellas, me siento partícipe en la lucha, la personal frene al mundo y a mí mismo, en esta otra revolución: