No me pesan los años, es solo una cuestión de tiempo, me sirven de experiencia, son escuela de aprendizaje. Pasan los años inexorables, cambia mi mundo externo, mis capacidades, mi situación frente y en el mundo, pero sigo siendo un niño, un niño curtido, un niño que asiste aplicadamente a las clases del devenir de la vida.
Son tantas las lecciones recibidas, tanto el aprendizaje de estos últimos años, que bien han valido la pena todos los castigos y penas que la vida me ha dado, porque junto a ellos me ha dado la capacidad de absorber, asimilar la lección.
No hay sufrimiento sin causa, no hay experiencia sin su sentido, y el aprendizaje va unido al sufrimiento, porque tras cada pena , cada dolor, hay un resurgir, hay una sublime estado de renovación y crecimiento. Es el verdadero sentido de la vida humana. Es sencillamente el devenir de las experiencias, el avanzar en el camino. No hay avance sin sufrimiento, no hay conocimiento que no surja del dolor.
Muchas cosas he asimilado últimamente, mucha, en esta etapa final de mi vida.Y quizás la humildad, la capacidad de verme realmente en mi verdadera dimensión, es la panacea que me ha hecho ser capaz de soportar tantos infortunios.
Participaba en una carrera y estábamos corriendo apretadamente, en tropel, como masa uniforme, hasta que de repente, las circunstancias duras, me apartaron de la masa, para retrasarme y distanciarme, pero eso fue solo en apariencia, momentáneamente. De pronto empecé a recuperar fuerzas, a superar al grupo, a lanzarme en solitario en pos de la meta, que se me antojaba ahora más clara, más definida.
Y empecé a sentirme tremendamente ligero, porque a cada prueba de dificultad, le correspondía un nuevo impulso mayor que el del resto de los corredores, Y ahí estaba yo, tras cada lágrima, tras cada herida, tras cada pena, más fuerte, más seguro, más liberado, sencillamente, más consciente de mí mismo, de mi verdadera esencia y valor.
Cuánto más peso me quitaba de encima tras cada prueba, más ligero corría, más avanzaba hacia la meta, que me conducía a mí mismo.
Tras la impotencia, tras el cansancio, tras la pérdida de facultades, surgía la capacidad de sentir con mayor claridad y viveza.
Conforme me fui desvistiendo del ropaje de las falsas apariencias, del placer de los sentidos físicos, de las ataduras a lo externo, me envolvía con un hermoso ropaje de plumas, que poderosas me elevaban por encima de las cárceles de lo real. Me he vuelto sutil, sibarita de la vida, servicial del espíritu, independiente de los sentimientos de lo temporal. He vuelto a ver, he vuelto a sentir, desde otro lado totalmente diferente, como ave fénix de mi propia vida, he resurgido de mis propias cenizas materiales, para renacer como espíritu en crecimiento.
Sí vida, soy yo, ahora, poco a poco, conforme todo se desmorona, me voy reconstruyendo en otra forma aún más perfecta, más etérea, pero más universal y duradera.
Ahora en la distancia, me siento mucho más cerca, más integrado en todo y todos, porque no hay distancia física, no hay nexo material , no existen muros de realidad que me aparten.
Ahora, ahora, empiezo, sencillamente, a ser…