Vaya, me digo a mí mismo, desde estas páginas que son el eco interior de mis propios pensamientos, el circunloquio con el amigo íntimo que todos llevamos dentro, que quizás sea el yo auténtico , ó la voz del espíritu universal, probablemente la verdad encerrada tras la cárcel de los sentidos, vaya, me digo, sigo siendo un solitario que navega por aguas desconocidas, entre selvas recónditas.
Soy un extraño entre tantos, un perdido entre la muchedumbre, un imbécil redomado frente a las costumbres y las formas , soy un observador que permanece atónito frente a un mundo en el que estoy pero que no logro entender, con el que no logro comulgar, con el que no sintonizo, en el que soy un extraño, y por ende, un apartado .
No creo en los sistemas establecidos, no me paro en el muro que nos imponen las normas, costumbres personales y sociales, no me dejo manipular por los poderes y sus estrategias, y todo eso con un respeto absoluto a la libertad, la paz y el equilibrio con los demás y el medio en el que me desenvuelvo.
No soy un vencedor, sólo un naufrago que navega por su propio mundo, sin importarle pero respetando las normas y leyes de la sociedad.
Observo y racionalizo el mundo exterior, desde el mío propio para sentirme perplejo, perdido, solitario frente a multitudes, a griteríos, a famas, a ideales disfrazados, a ideologías con propósitos desconocidos.
Tenemos nuevos héroes, porque han modificado la sociedad, porque han hecho una labor encomiable para los demás, porque han renunciado a sus propios derechos y privilegios por otros, porque han luchado por alguien o por muchos. Sí, tenemos un gran equipo de fútbol, capaz de enardecer a las masas, capaz de hacer resurgir el espíritu nacional. No entiendo, dejando los valores deportivos a un lado, méritos personales y capacidades de manejo del balón, y otros, que reconozco , valoro, y en cierto modo admiro, no entiendo, digo, la reacción social, de histerismo cuasi fanático e irracional, frente a quiénes han ganado un partido de fútbol, dándole a esto el valor que se quiera.
En un mundo que ve como sus cimientos se corroen, una sociedad que se vanaliza y desmorona irremediable e indefectiblemente, en este punto del camino, en el que si no se cambia de rumbo, el destino se nos antoja totalmente apocalíptico, que se nos maneje , se nos dirija y encamine hacia el lado que interesa a otros, a través del fútbol, y demás, no deja de preocuparme y, más aún, asustarme.
Esto no es una crisis económica, esto es la obra de la decadencia moral, profunda, de quiénes nos han vendido unos ideales, normas y propósitos que ellos no han asumido. No han sido el ejemplo de lo que proclaman, no han sido eficientes en su labor, esos ideales han sido una proclama de vendedores astutos, que no consumen su propio producto, porque no creen en sus “virtudes”.
Sí al deporte, a la emoción y el valor de su práctica, pero no al engaño, al uso con beneficios políticos, de lo que hacen otros en beneficio propio, no a quiénes se suben al autobús de los jugadores, para colgarse medalla, para salir en la foto, para arroparse y hacerse coautor de los éxitos ajenos. Eso… eso es cosa de políticos.