Alguien me comenta, desde las páginas de su libro (que vuelvo a leer, ahora con gafas, por cierto), y digo" “me” comenta, porque la música como la escritura son el mejor de los lenguajes, porque son una forma de comunicarse, sin intermediarios, sin obligaciones, sin cortapisas , sin otra influencia que la propia del entendimiento y sentimiento propio.
Alguien habla de la distancia, de caminos paralelos, y me he sentido identificado con el concepto y el sentido de lo transmitido con estas palabras.
Atravesada la barrera de los cincuenta, la vida ha hecho de nosotros lo que ella ha querido y lo que nosotros, también, le hemos dejado hacer. Cierto que cada uno ha logrado alguna de las metas propuestas, que ha dejado atrás otras, que a lo mejor ni siquiera inició, - que en definitiva es , sencillamente, cuestión y norma de vivir.
Pero todo eso son meras anécdotas cuando uno atraviesa la barrera de los cincuenta; atrás queda un camino que, más o menos duro, más ó menos tormentoso. era cuesta abajo, que se recorría “embalado”, sin frenos. Pero en este punto temporal de la vida, el camino se hace cuesta arriba, en todos los sentidos, y más, cuánto más has avanzado, más, cuanto más has sondeado los fondos del propio existir, cuanto más has profundizado en la propia vida.
Todo es cuestión de sabiduría interior, esa que tiene como ingrediente principal y fundamental, la profunda humildad, porque en este camino, no hay ganancia material, no hay beneficios a costa de los demás, no hay poltrona ganada a base de autoengaños y falsificaciones. En este camino se anda desnudo, a solas y a tientas, con la única luz que te brinda la llama del corazón, aquella que muchos siquiera han prendido.
Aquí de nada sirven las lisonjas compartidas, los golpitos en la espalda, aquí de nada sirve hacer propaganda ni mítines sociales, porque el único juez , el único afectado eres tú y tu evolución.
Cuando llegas a los cincuenta, en contacto contigo mismo, reconoces que cuerpo y espíritu son cosas ciertas , y que son compañeros temporales, que uno es la barca en que navega el otro, en esta corta travesía que hace el espíritu por los derroteros de lo tangible.
Y que todos esos valores, esos adornos superfluos con que nos decoramos la existencia, a base de ejercer el oficio de la conveniencia, de la mentira social, de subir la escalera de los intereses, no son sino abalorios, que quedan flotando absurdos en el espejismo de lo material.
Exito social, fama, belleza, dinero,… son para muchos el devenir de su existencia, son para muchos el objetivo de su camino, y se juega, se juega fanática y frenéticamente en esta apasionada carrera hacia la nada. Todo vale, no hay reglas, sólo importa conseguir lo propuesto. Te doy para que me des, te permito para que tú me permitas, miro hacia otro lado para que tú seas indulgente conmigo , y apartamos a aquél ó a aquello que no nos conviene.
No queremos gente abstemias en este grupo de borrachos, no queremos mirones silenciosos en este mundo de griterío, no aceptamos a quién no nos diga lo hermoso, guapos e inteligentes que somos, porque en este club social tenemos normas, y no puedes pensar, no puedes, menos aún, ser diferente, porque si ejerces el terrible oficio de ser tú mismo, realmente, acabarás en mano de la inquisición de la sociedad.
Sí porque cuando piensas, cuando atraviesas conscientemente la barrera de los cincuenta, cuando subes la cuesta, cuando te vas despojando de la coraza, de los ropajes obligados, cuando empiezas a caminar realmente tal como eres, te das cuenta que eres menos cuanto más disfrazado, más cargado ibas.
Es como pelar una de esas frutas hermosas , vistosas y aparentes, para acabadas de pelar llevarte la sorpresa de encontrarte con una semilla inerte, y que nada hay a su alrededor aprovechable para nutrirte, porque consumió todo su potencial en generar una hermosa, luminosa cáscara, que ahora acaba en el cubo de la basura indefectiblemente.
Pasados los cincuenta te das cuenta que caminas por el sendero de al lado, apartado, con otras metas, con otras perspectivas, a sabiendas que sólo tú eres tu auténtico compañero, sólo tú eres tú propio deber, y en esa soledad, en ese saber de tu estado encuentras la auténtica compañía, la cierta y real. No es tristeza, no es pesimismo, es el descubrir el verdadero pálpito de la existencia, y acomodándote en sus brazos, sentir la vida, .este período del tránsito del ser, en su relatividad, y al mismo tiempo en su verdadera dimensión y belleza.
No es pesar, es sencillamente despertar del sueño del engaño de los sentidos, es empezar a sentir y ver con los ojos del alma.