PANTALLA MUSICAL


 

sábado, 25 de agosto de 2012

ES QUE. ESOS TIEMPOS PASADOS

Han pasado los años, indudablemente, y es casi ridículo hacer referencia a ello  por lo evidente de que el tiempo pasa inexorable, pero no lo es tanto si nos atrevemos a mirar  más allá de lo que nos cuentan, en una interpretación sesgada y limitada, nuestros sentidos, que racionalizan y materializan sentimientos y elementos subjetivos. Es como echar colorante al aire para darse uno cuenta de que está ahí, de forma que lo que vemos entonces, no es lo que es realmente.

Pasa el tiempo, inexorable, y aquellos tiempos pasados, probablemente también teñidos por el colorante de nuestros propios sentimientos y recuerdos, se nos antojan ahora románticos y se reviven como una época llena de ilusiones, de crecimiento, de plena efervescencia cultural, de escritores, pintores y músicos cargados de vitalidad y de ideas nuevas. Prometedores, fantásticos representantes de eso que nos distingue y nos eleva por encima, y humildemente dicho, del resto de la creación.

Me afana vitalmente el mundo de los sentimientos, porque son ellos el reflejo de la propia vida, son ellos los que me hacen ser conscientes de mi propia presencia, los que me procuran la llave maestra para desgajarme de esa parte de mí mismo que, siendo importante y necesaria, me ata a lo más burdo de lo que soy, un ente físico y material, cuál pájaro atado , águila amarrada  a un  poste por  una de sus patas. Son los sentimientos, vitales, plenos, eufóricos, pero esencialmente íntimos, silenciosos, personales y únicos, los que curiosamente, me hacen sentir, en soledad, integrado con el todo. No existe la soledad en el estar sólo, porque la compañía va más allá de lo material, en ese mundo de los sentidos. Sólo en la tierra del más acá existe la soledad dolorosa, sucia y fea.  Más allá, cruzado el umbral del propio yo, eso que llamamos soledad, es todo lo contrario, es el fundirte con el todo, es integrarte con cada pulso de la vida, es reconocer y aceptar cualquier momento como indispensable, como necesario y útil para ser lo que debes ser.

Sí; aquellos tiempos pasados se me antojan ahora irrepetibles y deseados, añorados momentos de mi plena, ilusionada y ensoñadora vida de niño, siempre curioso, dispuesto a descubrir en los libros que tienen ahora olor en mi mente, a aventuras, a viajes, a mar y río, a flores de campo,  el secreto que ya desde muy joven, enfundado en mis pantalones cortos de cuero buscaba, en la creencia en que en algún lado, en  alguno de esos libros, enmascarado, confundido entre sus páginas, entre renglones, el secreto  debía estar aguardando para ser descubierto, por y para mí. (Mereció la pena la búsqueda, el camino andado, por sí mismo, sin dudarlo, sin importar lo encontrado)

Y debo seguir siendo un niño, entre lo  más íntimo, más allá de las apariencias de esta burda careta que el tiempo ha dibujado en mi , dejándome esta máscara de falsa presencia. Debo seguir siéndolo, a pesar de este ropaje exterior, porque aún sigo creyendo en ese renglón mágico, sencillo, sigo creyendo que la verdad, que la llave está encerrada en algún lugar en lo más profundo de uno mismo. Y me gusta rebuscar, cual submarinista que hondea lo profundo del océano, en busca del renglón mágico, esa frase poderosamente absoluta pero terriblemente, casi hilarantemente sencilla, en su esencia.

No quiero vivir ya, es cierto, sencillamente, pero eso no implica que renuncie a la vida, que piense en el suicidio, porque no tiene nada ver una cosa con otra. No quiero vivir ya, pero en espera del momento, de mi momento, que es y será lo que la propia vida decida, porque mi tiempo fue otro.

Me refugio en mi música, romántica, dulce y melodiosa, me refugio en mis renglones escritos, torpes y torcidos, para sentir de nuevo, respirar de nuevo y ampararme en el profundo confín de los sentimientos, donde sospecho se encuentra el botín del espíritu, la verdad anhelada, perseguida, buscada, desde que siendo niño, miraba mis manos frente al espejo del ropero, intentando encontrar entre mis dedos, la evidencia de la presencia de mi aura, encandilado por los libros de Lobsang Rampa.

Y entre esas soledades, encontré refugio en música y libros, en preguntas y cavilaciones, en experiencias místicas, en ese tiempo ahora teñido por el recuerdo, encontré todo aquello que este tiempo, instante del presente es incapaz de ofrecer.

Ya no hay ideales, ya no hay ilusiones, el mundo carece de artistas, de magos ilusionadores, renovadores y portadores de nuevas ideas. Ya no hay ideales políticos, todo es un mero proceso productivo, económico, un mero sumar y restar, y el que reparte, ahora, se lleva siempre la mejor parte, sin aportar, sin dar nada a cambio. Meros especuladores mercantiles, vacíos, mercaderes de  trabajo y sacrificios ajenos, carentes de moral y ética. Ya no suena nueva música, es la época del versioneo de mala calidad, de la imitación, de la carencia de iniciativa y personalidad propias. Ya no hay buen gusto, se han ampliado libremente  y por personal conveniencia los límites de la decencia y la moral. la ética y la filosofía, es cosa de antaño, de personajes como Gurdieff ó Krishnamurti… Hoy todo gira alrededor de la medianía. Y a mí, a mí que viví una época plagada de efervescencia en todos los sentidos, se me apagan las luces, y entre candilejas, duermo el sueño, de recrearme en mi mundo, no de soledad, sino en compañía íntima y espiritual de tantos y tantos a los que amé entre renglones y partituras. Porque en el vintage de mis sentidos y añoranzas, de recuerdos y plenitudes, aún respiro ese tiempo perdido, como foto antigua desgastada, con ese tono sepia que deja el oro del tiempo, cuál nieve del instante pasado, aún respiro, sereno, plácidamente, de mi música, de mis ideales, en esa especie de estación de espera, en ese pequeño vergel íntimo, que a modo de oasis me brinda este lado del ser, en ese escondido interior mundo del espíritu.

Estoy anclado aquí, cansado de la vida, sí, pero sereno, tranquilo, confiado, en ese pequeño y recóndito paisaje de mi interior, alejado del “divertivismo” absurdo de la civilización actual, y que tan alejado está del verdadero placer de vivir. Estoy solo, pero no en soledad, sino en  compañía, fundido con el todo, con cada pulso de luz, con cada gota de rocío, con cada muestra de brillo de las estrellas del firmamento.  Estoy engañado, probablemente, pero quizás también he leído, por fin el renglón mágico, el secreto del ser.

..porque ya, para mí, la vida es, un juego perdido, mero tiempo de trámite, momento para el viaje interior, para el ensueño y el desapego de los sentidos.

NOTA DE TIEMPO: Me ando ahora, aquí, en este instante, que se me hace eterno, por momentáneo, sentado frente al ordenador, en un rincón del salón de mi casa, a solas, a tientas con el sentimiento, mientras escribo, escuchando a Mario Biondi en “ Love dreamer” y “This is what you are”. rememorando viejos tiempos, con los ojos cerrados, con los poros de los sentidos abiertos al sonido limpio, pleno de los violines, trompetas, y trombones, que como lanzas de vívida alegría se clavan en el espíritu de quién vive la música como respira el aire. Música, música, aire fresco para el alma, melodia…hum….viajo a lomos del espíritu musical, por entre el tiempo y el espacio, sin normas, sin ataduras. Sí… sí, he descubierto los renglones escondidos del ser, el secreto, la llave maestra del ser…es música, es la música, solo la música, me hace sentir así..

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